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King Gillette, el incansable soñador que impulsó los ‘negocios atados’

El creador de las ‘maquinillas’ de afeitar pasó más de media vida luchando para consolidar su idea. Hoy en día, su apellido está en más de 200 países y es una marca registrada. La historia de quien, hasta sus treinta y cinco años, fue un humilde vendedor ambulante.

King Gillette, el incansable soñador que impulsó los ‘negocios atados’

Fue un creativo y un soñador. No sólo anheló un mundo mejor, sino que lo pensó y lo ideó. King Gillette manifestó en su libro ‘El humano a la deriva’ el afán por modificar la existencia de un sistema de competencia que generaba pobreza, crimen y extravagancia. Desde que escribió el libro, en 1894, hasta la actualidad, se observa que en el mundo actual persisten aquellas circunstancias que el empresario intentó modificar. Tal vez por ese motivo, no se lo recuerda por haber propuesto una nueva forma de organización socio-económica, sino por algo mucho menor y más sencillo: ser el visionario que inventó la ‘maquinilla’ de afeitar.

 

La charla que disparó su vocación

King Camp Gillette se encontraba en la búsqueda de ese “algo” que cualquier persona necesitara de manera cotidiana. Sin embargo, como es una constante en la vida de casi todos los inventores, la idea llegó en el momento y lugar menos pensado. El punto de inflexión en la vida del empresario fue una conversación que tuvo con uno de sus jefes. King nació en Wisconsin, en 1855, y pertenecía a una familia humilde. Hasta los treinta y cinco años se desempeñó como vendedor ambulante. Sin embargo, en la mitad de su tercera década, ingresó como vendedor a Baltimore Seal Company, una compañía dedicada a la distribución y venta de tapones de corcho. Su trabajo le exigía estar viajando constantemente y, de esta manera, pudo recorrer Estados Unidos en toda su extensión. El presidente de esta empresa era William Painter, el hombre que inventó las tapas de corcho para las botellas de cerveza. En una conversación que tuvo con King Gillette, le dijo: “Si quieres hacerte rico, inventa un objeto desechable que la gente consuma una y otra vez, así te asegurarás de que los clientes siempre tengan que venir por más”.

Esta frase retumbó en la cabeza de Gillette, quien no sabía en ese entonces cómo hacerse rico pero estaba convencido de una cosa: no quería pasarse toda la vida vendiendo corchos. Así, aprovechó cada viaje por los Estados Unidos para estudiar a la gente y, con el tiempo, esperar que se ilumine la lámpara.

En uno de sus largos viajes en tren, allá por 1895, Gillette tenía cuarenta años. Aún continuaba trabajando para la compañía y su anhelo de convertirse en un inventor y empresario exitoso todavía no se había cristalizado. Sin embargo, esa mañana cambiaría su vida. Mientras intentaba afeitarse en el tren y no cortarse en el intento, entendió que la respuesta siempre la había tenido al alcance de la mano. Así, en el medio de un viaje en tren por trabajo, y a los cuarenta años, a King Gillette se le ocurrió crear la primera afeitadora práctica, segura y de hojilla desechable. “En aquel momento, imaginé la hoja de afeitar desechable y con dos filos sujetados a un mango metálico. La veía claramente en mi mano”, aclaró el visionario sobre aquel momento.

Un comienzo no tan soñado

De la idea al hecho, el camino fue sinuoso. La tecnología de aquella época tornaba imposible fabricar hojillas de acero tan delgadas como las que había imaginado Gillette. En las fábricas no lo tomaban en serio ya que, en el supuesto caso que se lograra fabricar algo así, no sería en un precio razonable. De todas formas, King continuó insistiendo para poder llevar a cabo su idea.

Luego de seis años, lo logró y, dos años más tarde, comenzó su empresa. De esta manera, allá por 1901, Gillette Company lanzaba las primeras maquinillas para afeitar. Sin embargo, éstas no eran como King las había imaginado en un principio. Aquel año, vendió 51 maquinillas y 168 hojas de afeitar. Los inversores comenzaban a mirarlo de reojo y la confianza en él y en su producto comenzaba a mermar. Entonces, la insistencia voraz del emprendedor se conjugó con el talento de William Nickerton, un ingeniero industrial del Técnico de Massachussets, quien no sólo logró diseñar el producto que había soñado King, sino que encontró el material ideal y la forma de promoción precisa. Finalmente, en 1903 el nuevo producto salió a la venta tal como lo había pergeñado el visionario.

 

La genialidad de “los productos atados”

El nuevo producto lanzado por la empresa fue un éxito total. Durante 1904, la empresa comercializó hasta 250 mil maquinillas de afeitar. King Gillette es y será siempre recordado no sólo por el carácter de su invención, sino también por el modelo de negocio que instauró y que terminó generando que la empresa creciera.

En un principio, la maquinilla era tan cara como las hojillas de afeitar. En aquel entonces costaban US$ 5, un tercio del salario semanal promedio. Sin embargo, el negocio se disparó cuando King optó por bajar el precio de la maquinilla, tornándolo accesible. Esto generó que más cantidad de personas puedan acceder al producto, lo cual aumentó la demanda de las hojillas, material que sí mantuvo su precio original.

Para 1910, Gillette ya se había convertido en una empresa multinacional con un cúmulo de ventas extraordinario en Europa y Estados Unidos. Durante la primera guerra mundial, Gillette equipó al ejército estadounidense con 3,5 millones de maquinillas y 36 millones de hojas de afeitar, marcando lo que fue un récord rotundo para la empresa. Actualmente, la compañía es una de las marcas con más presencia a nivel planetario.

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