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Wangari Maathai: la conmovedora historia de la ‘mujer árbol’ que llegó a Premio Nobel

La primera mujer africana en recibir el galardón por "su contribución al desarrollo sostenible, la democracia y la paz", supo mostrar cómo la sustentabilidad puede ser un camino ideal para liderar y convertirse en ejemplo para los demás. Su historia.

Wangari Maathai: la conmovedora historia de la ‘mujer árbol’ que llegó a Premio Nobel

Conectar para transformar. La vida de Wangari Maathai reflejó una capacidad para enlazar dos vertientes del mundo que permitió cambiarlo y modificarlo: la sustentabilidad y los derechos humanos. Nacida en el pueblo de Ihithe del distrito de Nyeri, Kenia, entonces colonia británica, formaba parte de la familia k?k?y?, el grupo étnico más numeroso de ese país de la costa este africana.

Su infancia estuvo ligada e influenciada por grandes conflictos y cambios políticos. Maathai estuvo a salvo de la sublevación Mau Mau, una organización guerrillera de insurgentes keniatas que luchó contra el Imperio británico durante el periodo 1952-1960. Esto provocó que se mudaba a con su madre a un refugio de emergencia. Con el inminente final del colonialismo en África Oriental, la vida le dio una oportunidad única y fue seleccionada como una de las estudiantes promesas africanas que, a través del financiamiento de la Fundación Joseph P. Kennedy Jr., le permitieron estudiar en los EE.UU. Una vez allí, su formación en la biología comenzó a florear y empezó a vivir sus primeras experiencias en restaurar el medioambiente, lo que generó un compromiso único que se fue acrecentando a lo largo de su vida. 

Comenzar a conectar

Luego de su larga formación en Biología, volvió a Kenia con la independencia recién estrenada e inició una carrera docente que la condujo a una vida activista al observar que, los problemas ambientales presentes eran síntomas de una causa mucho mayor. Wangari Maathai observó que era imposible desconectar los recursos naturales del país de los problemas sociales, de su economía y de su política. “En el mundo hay una nueva fuerza colectiva que moviliza a las personas por la paz. Es necesario que se vincule ese movimiento con la protección el medio ambiente y que esta visión colectiva no sólo sea para nuestro país sino también para toda África”, recalcaba. 

Fue así como, primero, se unió en la Asociación de Mujeres Universitarias, donde denunció la discriminación salarial de las profesoras frente a los docentes masculinos. Esta lucha para potenciar el poder femenino la incitó a entrar en contacto con las mujeres del campo, donde observó la problemática de la deforestación, la inseguridad alimentaria y malnutrición. Finalmente, en 1977, creó el Movimiento Cinturón Verde (GBM, en sus siglas en inglés), donde las mujeres empezaron a gestionar semillas, a plantarlas y a armar viveros de árboles. Esta iniciativa promovió el intercambio de conocimiento dando lugar a, como Maathai las denominaría más adelante, “silvicultoras sin diplomas”.

Continuar, a pesar del dolor

A medida que iba a creciendo el proyecto, su país se iba encaminando hacia el autoritarismo y la corrupción. Siendo presidenta del Consejo Nacional de Mujeres de Kenia (NCWK), una organización paraguas que consistía en la unión de muchas organizaciones de mujeres del país, Maathai fue adquiriendo cada vez más influencia en la sociedad y comenzó a dirigir sus fuerzas para fortalecer los derechos humanos y la libertad de expresión. Ante la propuesta del gobierno de imponer una ley de la era colonial que prohibía a grupos de más de nueve personas juntarse sin primero obtener una licencia gubernamental, ella y su movimiento convocaron actividades en favor de la democracia. Pese a los encarcelamientos que sufrió en varias oportunidades, las denuncias y las persecuciones del régimen unipartidista, su fortaleza para seguir adelante no la impidió continuar con sus objetivos.

Aprovechando cada ocasión que tenía para difundir su proyecto, durante la III Conferencia Global de Mujeres, organizada por las Naciones Unidas en Nairob, Wangari logró cautivar a los funcionarios invitados y, en 1986, gracias al apoyo económico del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), la iniciativa se convirtió en la Red Panafricana del Cinturón Verde y que logró que 45 representantes de 15 países africanos viajaran a Kenia para aprender a replicar sus programas en sus hogares. 

Su labor, que sirvió como inspiración para muchos en la lucha por los derechos democráticos y el aliento a las mujeres para mejorar su situación, fue premiado por el Premio Nobel de la Paz de 2004 por su "contribución al desarrollo sostenible, la democracia y la paz". Su perseverancia para mantenerse en pie, su capacidad para comprender las vicisitudes del mundo y el fomento al bienestar de los humanos, la convierten a Wangari Maathai, la “mujer árbol”, en un verdadero camino del líder.

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