Para definir buenos objetivos, podés aplicar el criterio SMART: deben ser específicos, medibles, alcanzables, realistas y con un plazo definido. Pero más allá de las metas específicas que cada empresa se proponga —como aumentar ingresos o reducir gastos— existen tres grandes pilares financieros que deberían estar presentes en toda pyme.
Delegar es una excelente práctica, especialmente si no te sentís cómodo con la contabilidad. Podés tercerizar tareas o tener un equipo interno que las gestione. Pero si sos la cabeza del negocio, necesitás estar al tanto de lo que ocurre con la plata.
No hace falta que lleves los libros vos mismo, pero sí deberías revisar presupuestos, conversar con responsables de área, conocer en qué se está invirtiendo y cómo se está ejecutando cada proyecto.
Para quienes trabajan de forma independiente, el desafío está en separar lo personal de lo profesional: internet, útiles, impresoras, incluso gastos de cuidado infantil pueden cruzarse. Saber qué parte corresponde al negocio, qué es deducible y cómo organizarlo es clave para tomar decisiones informadas.
El conocimiento financiero es la base del progreso. Si el negocio es tuyo, la plata también. Hacete cargo de entenderla.
Gestionar bien las finanzas no es solo controlar egresos: es hacer que el dinero trabaje para vos.
No dejes que el capital quede ocioso. Podés colocarlo en un fondo común de inversión, en una cuenta remunerada o incluso prestarlo si tenés mecanismos seguros.
No importa si tenés $100 o $1.000.000: cada peso cuenta, y debe generar rendimiento. Pensá en tu dinero como en tu equipo: no lo contratás para que “espere instrucciones”, sino para que produzca.
La gestión financiera activa no requiere atención diaria. Se trata de crear sistemas eficientes, monitorear avances y ajustar cuando sea necesario.
El dinero no es un fin en sí mismo: es una herramienta. No es bueno ni malo, no es sinónimo de éxito ni de fracaso. El dinero fluye: entra y sale.
En los negocios, esa circulación es vital. Si cortás el ingreso, te estancás. Si impedís los egresos —especialmente en inversión y mejora continua—, también.
Cuando el contexto es difícil, cuesta mantener esta mirada. Pero incluso entonces, invertir en herramientas, sistemas y mejoras que te ayuden a servir mejor a tus clientes es fundamental.
¿Aplican las clásicas recomendaciones? Sí: no gastes más de lo que ganás, evitá lo innecesario. Pero no confundas eso con no invertir en lo que tu negocio necesita para seguir creciendo. Si querés que tus clientes valoren tu empresa, tenés que empezar por valorarla vos.
Depende del tipo y tamaño del negocio, pero algunos ejemplos frecuentes incluyen:
SMART es un acrónimo en inglés que significa:
Un ejemplo: en vez de “ahorrar más”, un objetivo SMART sería “ahorrar $500 en 3 meses para comprar nueva maquinaria”.
Porque te permiten saber hacia dónde vas, cómo estás progresando y qué ajustes necesitás hacer. Sin metas claras, es difícil mantenerse motivado, tomar decisiones informadas y mantener las finanzas bajo control.
Tener claridad sobre tus objetivos financieros puede ser el motor que impulse el crecimiento de tu negocio.
El conocimiento, la gestión y la perspectiva son tres pilares esenciales que no pueden faltar en tu planificación financiera. Aplicalos con constancia, revisalos periódicamente y tomá decisiones basadas en datos para asegurar el futuro de tu pyme.
Potenciá tu negocio con Multitaskers. Suscribite ahora y recibí artículos seleccionados sobre liderazgo, marketing y más.