Los misterios de la mente son muchos y complejos, pero la neurociencia está comenzando a descifrarlos. Uno de los más fascinantes es la neuroplasticidad: la capacidad de reprogramar tu cerebro. Numerosos estudios confirman que los procesos mentales pueden alterar la estructura física de la materia cerebral, en especial las redes neuronales. La buena noticia: incluso si cuesta mantener hábitos positivos, es posible entrenar al cerebro para generar cambios duraderos. Este interés por la neuroplasticidad llevó al autor a reunirse con el Dr. Jeffrey Schwartz, psiquiatra investigador, referente mundial en el tema y autor de Brain Lock. Su enfoque es innovador: no trata a los pacientes con fármacos, sino que les enseña a reprogramar su cerebro cambiando la manera en que piensan. Si su método puede ayudar a quienes padecen trastornos obsesivos, también puede servir a cualquiera que busque dejar un mal hábito, generar nuevas ideas, transformar la cultura de una empresa o impulsar un cambio personal o profesional.
El primer paso es ponerle un nombre al pensamiento, emoción o conducta no deseada. Por ejemplo, en lugar de “tengo que revisar la estufa”, alguien con TOC diría “estoy teniendo un impulso compulsivo de revisar la estufa”. Esa distancia ayuda a reconocer que se trata de un “falso mensaje” del cerebro y evita quedar atrapado en patrones automáticos.
El siguiente paso consiste en entender que esos pensamientos recurrentes no son “vos”, sino tu cerebro. Muchas veces son “glitches” generados por hábitos muy arraigados o por un choque entre el sistema límbico (que busca gratificación inmediata) y la corteza prefrontal (que planifica a largo plazo). Al reconocer la fuente real, podés empezar a neutralizar el impacto de esos pensamientos.
Aquí empieza lo más desafiante: cambiar el comportamiento. Schwartz recomienda derivar la atención hacia una actividad constructiva o placentera, aunque el pensamiento negativo insista. Caminar, practicar un hobby o simplemente enfocarse en otra tarea ayuda a ganar espacio mental y a demostrar que esos mensajes automáticos no son válidos. Con práctica, el cerebro comienza a crear nuevas conexiones y a fortalecer patrones más saludables.
Cada vez que reetiquetás, reatribuis y redirigís, el cerebro crea y refuerza nuevas conexiones. Con el tiempo, esos viejos patrones pierden valor: dejan de ser órdenes y pasan a ser simples distracciones. El resultado: más control sobre tus respuestas y una mejora en la química cerebral.
Aunque el método de Schwartz se originó en el tratamiento del TOC, su alcance es mucho más amplio. Puede aplicarse a cualquier ámbito de la vida o del trabajo. La neurociencia demuestra que es posible entrenar al cerebro para superar trampas mentales y crear hábitos más positivos. En definitiva, la neuroplasticidad nos da una herramienta poderosa para liderar cambios duraderos.