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Las lecciones de Steve Jobs

Tan creativo como polémico, el hombre que supo ponerle su sello a Apple le confesó a Walter Isaacson los secretos para ser un gran innovador.

Las lecciones de Steve Jobs

Reconocido escritor y periodista, Walter Isaacson fue elegido por Steve Jobs para que escribiera su biografía. Basado en 40 horas de conversación con el creador de Apple, y más de 100 con familiares, amigos, adversarios, competidores y colegas, Isaacson tuvo un acceso sin precedente a la vida del inventor de la Macintosh y el iPhone, entre otros productos que se convirtieron en íconos. Jobs colaboró con el libro, pero no quiso leerlo antes de que fuera publicado. En esta nota, algunas de las lecciones de un líder creativo por excelencia detalladas en Steve Jobs —el título de la biografía—, y una entrevista con Isaacson en la que habla de emprendedores e innovación. 

Todo debe ser lindo

A Steve Jobs le interesaba la belleza de los productos; estaba convencido de que el aspecto estético era muy importante. De hecho, hasta creía que era vital la belleza de las partes que no se veían. En un momento, cuando estaban diseñando la primera Macintosh, consideró que la caja era muy linda, y también la pantalla, pero no así el tablero interno. “Es parte de la estructura interna, nadie lo verá”, replicaron los ingenieros. Entonces, Jobs recordó una historia de cuando era chico, ayudando a su padre a construir un cerco. “Tenemos que hacer la parte de atrás tan linda como el frente”, le dijo su padre. Y le explicó que una persona realmente apasionada se preocupaba por la belleza de todas las partes de un producto, incluso de aquellas que no se veían. 

Esforzarse para lograr la perfección

Guiado por la pasión, Steve Jobs creía que podía lograr que las cosas terminaran siendo de la manera en que las había soñado. Cuando proyectaban la Macintosh original, por ejemplo, insistió e insistió hasta conseguir que el tiempo de inicio fuera más corto. Los ingenieros le decían que no podía acortarse, pero él seguía empeñado: “No tengan miedo, ustedes pueden hacerlo”. Jobs podía enloquecer a los empleados con sus exigencias, pero siempre los ayudaba a lograr cosas que ni ellos mismos sabían que eran capaces de hacer. 

Buscar lo simple

Uno de los problemas de la gente que trabaja en proyectos innovadores, según Jobs, es que hacen las cosas muy complicadas. Mientras ideaban el primer iPod, su orden fue: “Quiero que sea tan simple como para poder llegar a cualquier canción en solo tres clics”. Los diseñadores le decían que hacía falta una pantalla, y que mostrara los álbumes. “No, no, ¿para qué necesitamos eso? —fue su respuesta—. ¡Solo quiero llegar a la canción en tres clics! No quiero manual, no quiero que la gente tenga que leer instrucciones.” 

Finalmente, llegaron al diseño de la rueda del primer iPod, totalmente intuitivo. Solo había que hacer girar la rueda hasta llegar a la canción elegida, y con un clic bastaba para que empezara a sonar la música. Cuando se lo mostraron, Jobs pensó que era muy bello y simple, pero reparó en un botón en la parte superior del dispositivo. Preguntó qué era. “Es el botón de encendido y apagado”, le respondieron. Preguntó para qué servía y, azorados, le explicaron: “Para prender y apagar el aparato”. Y Jobs insistió: “¿Para qué lo necesitamos? El iPod sabe cómo apagarse cuando ya no lo estamos usando, y encenderse cuando lo volvemos a usar”. Su idea, en síntesis, consistía en entender con claridad cómo funcionan las cosas, y hacerlas siempre de forma simple. 

Tolerar solo a jugadores excelentes

Jobs era duro con las personas. Cierta vez, Isaacson le preguntó: “¿Por qué eres tan exigente con las personas que trabajan contigo?”. Y Jobs le explicó su teoría: “Si no eres muy exigente terminas trabajando con personas que son un 8 o un 9, pero no un 10. Luego de un tiempo, los jugadores 8 contratan a jugadores 6 o 7. Es fácil ser amable con las personas porque les gusta ser queridas, pero tiene algo de egoísmo. Yo tengo que ser exigente para impedir la llamada ‘explosión de idiotas’; para evitar tener más y más personas dentro de la compañía que no son jugadores 10 puntos. Hay que tolerar solamente a jugadores 10 puntos”. 

El que se atrasa debe dar un gran salto

Hubo momentos en los que Apple se vio golpeada en ciertas categorías y en determinados productos. En esos casos, Jobs decía: “No intentemos alcanzar al competidor. Miremos hacia adelante y pensemos: ¿cómo podemos pegar un salto para dejarlo atrás? Debemos llegar a la próxima etapa sin siquiera tener que competir con nuestros contrincantes del mercado”.

Permanecer hambriento, permanecer inocente

Steve Jobs amaba Whole Earth Catalogue, una revista-catálogo que se publicó entre 1968 y 1972 por iniciativa de Stewart Bran, un biólogo con fuertes intereses sociales y artísticos. El último número tenía una foto de una persona caminando por un camino rural junto a la siguiente leyenda: “Permanece hambriento, permanece inocente”. Jobs llevó ese número de la revista a la Universidad de Stanford el día de su famoso discurso en la ceremonia de graduación, en junio de 2005. Le recordaba todo el tiempo, dijo, que cuando las cosas marchaban bien y tomaban cierto impulso, entonces había que intentar algo distinto. Luego del exitoso lanzamiento del iPad, por ejemplo, en lugar de conformarse con ese logro, pensó: “¿Por qué no poner toda la música en un teléfono?”. Lo concreto es que buscaba no ser complaciente ni quedarse estancado. Porque, si lo hacía, corría el riesgo de ser destruido por las innovaciones de otras personas. De ahí su consejo: permanecer hambriento e inocente. 

No ser esclavo de los focus group

Mientras ideaban la Macintosh original, los ingenieros le propusieron a Jobs hacer un focus group para escuchar qué necesitaban los consumidores. “¿Cómo van a saber qué quieren si aún no les hemos mostrado el producto?”, fue la respuesta. Y citó la legendaria frase de Henry Ford: “Si les hubiera preguntado a mis clientes qué querían, me habrían dicho ‘un caballo más rápido’”. En definitiva, Jobs creía en la capacidad de leer la página antes de que fuera escrita. En otras palabras, entender hacia dónde están yendo las cosas. “Ése era el tipo de intuición que tenía”, apunta Isaacson en el libro. 

El producto tiene más importancia que las ganancias

Siempre se puede ajustar el presupuesto para lograr mayores ganancias, abaratando costos. Pero eso implica sacrificar la calidad y el diseño de los productos. Jobs solía decir: “Si tu meta es ampliar los márgenes de ganancia, no harás los mejores productos del mundo. Si apuntas a diseñar los mejores productos del mundo, las ganancias vendrán solas”. Y, a veces, hacía cosas que aparentemente no tenían sentido. Por ejemplo, quería ponerle una manija a una de las computadoras Mac, aunque no serviría para moverla. Quería la manija para que se viera como una computadora amigable. Sus ingenieros le advirtieron: “¡Va a costar más!”. Y él replicó: “Está bien. Vamos a gastar más porque queremos hacer un producto realmente excelente”.

Entender el panorama macro y los pequeños detalles

Un gran manager sabe que “el diablo está en los detalles”, como reza un viejo proverbio anglosajón, y que Dios también está en los detalles, según la frase atribuida al genial arquitecto Ludwig Mies van der Rohe. Jobs se preocupaba hasta por la belleza del más mínimo tornillo. ¿Cómo hacerlo estético? ¿Cómo lograr que cada ínfimo detalle esté bien hecho? Pero también era capaz de ver la gran película, de adelantarse a las grandes tendencias. ¿Hacia dónde evolucionarán las computadoras personales y nuestros dispositivos de comunicación? ¿La computadora personal terminará siendo el núcleo donde se conecten todos los iPads y los iPhones? Ver el cuadro completo, y también darse cuenta de que Dios está en los pequeños detalles, es una de las cualidades de los grandes líderes.

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